Nuestros hijos no aprenden lo que les enseñamos, aprenden de
nosotros, de nuestros miedos, nuestros hábitos, nuestras ilusiones, nuestros
valores y nuestros sueños.
¿Cómo ayudamos a nuestros hijos? Sobre todo fomentando el
afecto, la empatía y el buen clima familiar. Aceptarlos como son, teniendo muy
presente que ante todo son niños y que como tales, tienen unas características
que no deben ser ignoradas ni subestimadas.
El Dr. Javier Berché Cruz, experto en altas capacidades, nos
indica una serie de consejos que pueden contribuir a favorecer las relaciones
familiares entre padres e hijos con altas capacidades:
1. Ellos necesitan amor, pero también
control; atención, pero también disciplina; autodependencia y responsabilidad.
2. La concordancia entre los sistemas de
valores de los padres es importante. No tienen que existir grandes desacuerdos
entre ellos. Las pautas educativas deben ser comunes y aceptadas por ambos
progenitores. Si estos niños perciben fisuras entre ellos, pueden aprovechar
esa situación. No nos olvidemos que son muy inteligentes y tienden a manipular
hechos.
3. Los padres deben involucrar a sus
hijos en tareas a edades tempranas, tales como: la autonomía en actividades
cotidianas, contar, saber las horas, usar correctamente el vocabulario y la
pronunciación, desenvolverse por el entorno más cercano… todo ello enfocado a
desarrollar la responsabilidad. Este va a ser el pilar básico en la evolución
personal, pero también muy importante en el académico.
4. Los padres deben enfatizar la
expresión verbal, la lectura, discusiones o debates de ideas; potenciar la
poesía y la música que ayudan a expresarse; favorecer una buena actuación en la
escuela… Nos gustaría resaltar en este punto que el objetivo de la intervención
en el colegio no debe ser únicamente el “brillante rendimiento académico”, hay
otros factores ligados a las AACC
–creatividad, relaciones sociales, comportamiento…- que habrá que
potenciar.
5. Evitar la rutina, mantener una vida
familiar sana, activa, rica… esto ayudará a fomentar un clima de tranquilidad
en el que todo niño debe desarrollarse.
6. Hay que enseñar a los niños a manejar
los libros y las enciclopedias que haya en casa para ofrecerles recursos y satisfacer
su curiosidad intelectual.
7. Promover salidas a museos, galerías
de arte, lugares históricos… de forma que se vayan ampliando sus conocimientos.
No debemos limitar este tipo de actividades a las que se hagan en los centros
educativos. El hecho de realizarlas con la familia es muy importante ya que
perciben a su núcleo como parte activa de su educación.
8. Los padres no deben callarse ante un
niño que hace preguntas ni regañarle porque parezcan impropias o incluso
prohibidas. Hay que tratar de dar unas respuestas satisfactorias y, si no
podemos responderles, orientarles hacia una fuente de información que les ayude
a resolver sus dudas.
9. Hay diferencias entre “empujar” y “estimular”
intelectualmente. Hablaríamos de “sobre estimular” en lugar de empujar. Existen
casos de niños que están agotados y abarrotados de información por parte de sus
padres, y como hemos dicho con anterioridad, son estos los que los exhiben
entre sus familiares y amigos.
10. El
niño con altas capacidades tiene habitualmente un amplio y versátil abanico de
intereses, pero puede ser incapaz de concentrarse en un área por largos
periodos de tiempo. De ahí que la familia deba estimular también sus aficiones
y hobbies.
11. No
tenemos que reprimir sus actitudes directas, indirectas o no habladas –las
fantasías, los amigos imaginarios- o sus juegos inusuales. No debemos reírnos
de ellos, sino divertirnos con ellos, comentar sus ideas y continuar los temas.
12. Los
padres tienen que evitar sobre estructurar su vida y permitirles libertad;
sobre todo en cosas no importantes para que asuman responsabilidades y se den
cuenta de sus actuaciones.
13. La
familia no debe presumir ni extralimitarse en su autoridad, excepto en los
casos de crisis; es decir, hay
ocasiones en las que los niños abusan de su capacidad de diálogo, y la
conversación puede incluso no tener fin… y va dirigida a conseguir un objetivo
para su propio beneficio (hablamos de conseguir acostarse más tarde, ir a algún
sitio, ponerse lo que quieran de ropa…). En estas ocasiones, mantener una
actitud firma ante una demanda resulta bastante difícil.
14. Los
niños son impacientes con los convencionalismos, se les debe hablar francamente
sobre la importancia de estos.
15. Dialogar
sobre la necesidad de respetar reglas disciplinarias. Normalmente, ellos tienen
muy desarrollado el sentido del deber y prefieren un argumento racionalizado.
16. Estimular
sus habilidades con actividades privadas; es decir, formar parte de grupos
diferentes a los habituales de su centro educativo, donde las oportunidades de
formación o relación sean diversas. Proporcionarle ocasiones de viajar solos
cuando sean mayores y de visitar a sus amigos.
17. Mejorar
su sentido del gusto a través de los medios de comunicación: televisión, radio,
cine, lectura…; debatir sobre “las bases” de los diferentes gustos, opiniones y
aficiones; proporcionar experiencias con nuevas formas de expresión a través de
las diferentes ramas artísticas (música, pintura, mimo…). En definitiva,
facilitarles que se muestren “como adultos”.
18. Dedicarles
parte del tiempo exclusivamente a ellos, escucharlos con atención y conversar
razonando.
19. Los
padres, por supuesto, deben ser “buenos ejemplos” para los niños. También es
adecuado presentarles personajes valiosos e interesantes de ambos sexos que
hayan sobresalido a lo largo de la historia.
20. Mantenerse
informados sobre las diferentes becas y ayudas, tanto específicas para el
alumnado con alta capacidad intelectual, como sobre cualquier ayuda relacionada
con los estudios y formación en general (cursos de verano, idiomas, salidas al
extranjero, intercambios culturales…)
21. Trabajar
para hacer que la sociedad comprenda el concepto de altas capacidades
intelectuales, haciendo todo lo que esté en las manos de cada uno para
conseguir eliminar los falsos mitos y tabúes relacionados con este tema.
22. Ofrecer
el apoyo necesario a la acción comunitaria para la puesta en marcha de los
programas educativos especiales para ellos.
Además, no debemos olvidar la influencia de la familia en el
rendimiento académico de sus hijos y, más en el caso de las altas capacidades.
Está comprobada la relación entre el clima familiar positivo, intereses
personales elevados y oferta de un soporte emocional adecuado con un buen
rendimiento académico y éxito escolar de los hijos. También favorecerá su
integración social y su desarrollo emocional, todos ellos factores necesarios
para un buen crecimiento personal.
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